Como en una novela de suspenso permanente se van dando en esta historia episodios que no por previsibles son menos angustiantes. La jueza de primera instancia había resuelto que los chicos se quedaran en Argentina sobre la base de que su padre había autorizado la residencia permanente de ellos ante la autoridad consular argentina en Francia. No obstante, quedaban aún dos instancias más a superar.
Por supuesto los abogados de JD apelaron este fallo ante la Cámara de segunda instancia, lo que nos tuvo en vilo durante un tiempo hasta que recientemente salió su resolución, por fortuna confirmando en su totalidad los fundamentos de la sentencia de la primera jueza.
No sólo eso, sino que antes de esta sentencia se habían expedido tanto la Fiscalía como la Defensoría de Menores de segunda instancia dictaminando categóricamente (en contra de lo que habían dictaminados sus subordinados) que la acción de JD debía ser rechazada, o sea que tanto el ministerio público como la justicia me dieron la razón basándose en las pruebas de que mi ex marido había intentado borrar con el codo lo que había firmado con la mano.
Ahora nos queda la última batalla en la Argentina ya que seguramente los abogados de JD acudirán a la Corte Suprema de Justicia para tratar de revertir esta decisión de la Cámara.
Mientras tanto en Francia continúa el juicio de divorcio porque apelamos la sentencia de la jueza que intervino, que le da a JD: la tenencia de mis hijos, el uso y posesión gratuita de nuestra vivienda en París y ¡Todas mis cosas particulares! más una multa de 3 mil euros a su favor por haberlo mortificado trayendo a mis hijos a la Argentina. O sea, parafraseando a Perón, a los sudacas ¡Ni justicia!
Estas barbaridades que cometen los jueces franceses son las que me inspiraron el título de este blog “No te cases en Francia”, porque si te casas allí entonces quedas sujeta a las leyes y los criterios impiadosos de esta gente que considera a las mujeres provenientes del tercer mundo casi como simples vientres destinados a producir ciudadanos franceses.
Recuerdo uno de mis primeros posts: “Cuando inicié en Francia el juicio para la tenencia provisoria de mis dos hijos lo hice con algunas dudas, pero pensaba: “¿Que juez en el mundo va a cometer la crueldad de separar a una madre de sus hijos, uno de ellos de seis meses?” Pronto tuve la respuesta: “Un juez francés”.
Por suerte sigo teniendo trabajo y a pesar de todo el sacrificio que significa criar y mantener a dos chicos sin ayuda del padre – salvo los centavos que deja cada vez que viene dos veces por año y que según él cubren su parte en los gastos de escuela, psicopedagoga, psicólogo, fonoaudióloga, maestro integrador y maestro de apoyo de Constantino más la escuela y fonoaudióloga de Claudine – sigo adelante porque ningún esfuerzo es mucho para evitar que un psicópata resentido y vengativo se lleve a mis pichones a maltratarlos y torturarlos en Francia.
Claudine ya cumple seis años (llegó a la Argentina con un mes de vida) Constantino tiene nueve y ambos se crían sanos, felices y seguros, eso es lo que importa en toda esta cuestión porque ellos se han convertido en la razón de mi vida y criarlos me compensa el agujero negro que se abrió en mi existencia después del fracaso de mi matrimonio porque créanme que no es nada agradable atravesar todas estas vicisitudes no sólo sin pareja sino con un neurótico obsesivo persiguiéndome para vengarse de haber tenido el valor de dejarlo.
Menos mal que tengo los padres que tengo, porque sin el apoyo incondicional que me han brindado ellos en todo momento hace rato que estaría internada en algún neuropsiquiátrico. Me costó muchos meses y sesiones de psicólogo recuperar en gran parte la personalidad que me había sido robada por mi ex marido con sus perversos “trucos” psicológicos originados en la por lo visto apremiante necesidad de disimular su disfuncionalidad (él y sus padres me ocultaron cuidadosamente que era disléxico) y someterme totalmente a sus designios abusando de la protección que le brindaba el sistema machista, semibárbaro y vampírico instaurado en la sociedad francesa.