20 meses después

Justicia insensibleLa sentencia de la Corte Suprema argentina que el 19 de septiembre de 2016 clausuró definitivamente el intento de JD de llevarse mis hijos a Francia fue sin duda un hito crucial en esta historia porque a partir de ese acontecimiento comenzó otra etapa en mi vida, aunque las amenazas de mi ex marido siguen aún hoy, casi dos años después, como un nubarrón en el horizonte.

Los tribunales argentinos, sin dudar en ninguna instancia, me dieron unívocamente la razón en base a los elementos que presenté en el juicio que demostraban la verdad, es decir, que JD había consentido la radicación permanente de los chicos en este país y luego había pretendido desconocer su propia decisión.

En cambio en Francia el Tribunal de Grande Instance de Cretéil en París, donde se tramitó el divorcio, además de aplicarme una multa por haberlo molestado a mi ex marido le dio el uso vitalicio de nuestra vivienda común en Vincennes más la custodia de los chicos, otorgándome a mí graciosamente la concesión de pasar con ellos algunos días en el año para lo cual yo tenía que radicarme en Francia.

Vale decir que como dije antes esa jueza pretendía que regresara a París con los niños para entregárselos al padre y me viera obligada a mendigar la caridad del Estado francés dado que cualquier aspiración de encontrar un empleo decente era simplemente una utopía en el marco contextual de una imparable ola de exacerbación de la xenofobia – que siempre fue una marcada característica de la sociedad francesa – potenciada por el terror que se desató a partir de las masacres perpetradas por los seguidores de ISIS.

Decidida a seguir hasta donde sea por para proteger a mis hijos apelé esta aberrante decisión ante la Court D’Appel y luego ante la Corte de Casación gastando lo que no tenía en abogados franceses.

Como era de esperar, ambos tribunales siguieron los lineamientos de la política demográfica del gobierno de retener sangre joven a cualquier costo y confirmaron lo resuelto por la primera jueza con insólitos argumentos.

Así, para la Corte de Casación una de las razones más importantes que motivaron el fallo en mi contra fue precisamente la denuncia que hice en este blog acerca de la falta de humanidad de la sociedad de un país que se precia de ser un supuesto paladín de los derechos humanos y de la libertad de expresión.

La Corte de Casación francesa consideró los términos de esta denuncia como injuriosos y ofensivos hacia su país porque desnudaban la realidad de su machismo cultural y el desprecio inocultable hacia las naciones de segunda categoría que se desprendía de las sentencias, impregnadas todas de un tufillo peyorativo hacia la seriedad de los documentos consulares en que habían fundado sus decisiones los jueces argentinos.

Se llegó así a un punto muerto en el que finalizaron con una diferencia de poco más de un año dos procesos que por cierto corrieron por líneas paralelas y por consiguiente nunca coincidieron en un punto que permitiera darle un cierre final al asunto.

Sé que estas cuestiones tribunalicias son quizás aburridas para los que me leen pero son la cara visible de un drama que aflige a muchas mujeres latinas que se casan con extranjeros y para poder para conservar a sus hijos luego de una ruptura deben librar una lucha sin cuartel no sólo contra psicópatas obsesivos producto de sociedades machistas sino también contra sistemas judiciales imbuidos de la misma cultura .

Mas allá del sufrimiento y la angustia permanente, este vía crucis que debí transitar por largos ocho años – y que todavía no termina – me permitió descubrir que algunos «países desarrollados» como Francia lo son sólo en algunos aspectos, pero en otros no solamente están atrasados sino en franca decadencia.

Aunque suene increíble lo cierto es que Francia, un un país que supo ser un faro cultural filosófico y científico en el mundo, que logró avances trascendentes en lo material, es hoy una sociedad en la que el pensamiento colectivo de sus habitantes no ha superado algunos resabios rudimentarios de su barbarismo originario, rasgo éste que se manifiesta en todos los niveles y particularmente en el judicial en el que hasta las juezas mujeres están formadas en el vetusto molde machista que está siendo demolido en muchas partes del planeta.

Recientemente el mundo entero reaccionó ante la inhumana decisión del presidente norteamericano que postulaba medidas inmigratorias cuya consecuencia inmediata era la separación de niños de sus padres, sin embargo en mi caso a las juezas francesas no les tembló la mano para hacer lo mismo.

Ese es el producto de poner mecánicamente a las abstracciones legales y los criterios políticos por sobre los individuos reales, sin contemplación alguna por el sufrimiento que provocan y por la deshumanización de la ciencia jurídica que finalmente en las decisiones de los jueces se desentiende del daño ocasionado a las personas al socaire de obsoletas concepciones ampliamente superadas por la realidad de un mundo que cambia mucho más rápido que la capacidad de adaptación de sus dirigentes.

En fin, como relataré mas adelante, la lucha por la seguridad de mis hijos continúa y aunque mi padre haya logrado una de las reglas básicas del arte dela guerra que es traer el combate legal al terreno propio la obsesión de venganza de JD es siempre una amenaza pendiente que no me permite distracciones porque busca y rebusca la manera de quebrar la valla de protección que mi padre ha levantado mediante un duro trabajo sin descanso y sin tregua.

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¡Y la Justicia llegó!

Justicia-Martillo

Mi padre no es lo que se dice una persona muy sutil para decir las cosas, especialmente cuando se trata de hablar con sus familiares. Pero esta vez por lo menos me adelantó la noticia por whatsapp: «Salió el fallo de la Corte, los chicos se quedan!«.El corazón me di un vuelco y me quedé unos segundos mirando el teléfono como una autómata. No podía creer lo que leía. Ahí vi el siguiente mensaje de mi padre «Estoy llorando»

Al segundo me llamó mi hermana para contarme lo mismo. Yo estaba en medio de mi trabajo así que medio se paralizó el movimento, todos mis compañeros mirando que me pasaba como si estuviera por darme un ataque. «Al fin la pesadilla terminó» pensé con un suspiro y en ese momento lo primero que me vino a la mente fue dar gracias a Dios por haberme evitado el tormento que hubiera significado que me alejen de mis pichones. La vida volvió a sonreirme y el sol volvió a a salir. Y yo volví a mis tareas.

Esa noche cenamos todos juntos en mi casa con el corazón aliviado y la alegría flotando en el ambiente. Creo que el  lunes 19 de septiembre de 2016 será un día inolvidable en mi vida. Miré a mis hijos jugando tranquilamente a mi lado como si no hubiera pasado nada extraordinario y pensé:»Si, Dios existe, y la justicia también». A veces no es fácil encontrarlos y por momentos la desazón te envuelve el ánimo como una espesa niebla que no te deja ver más que bultos borrosos y cosas amenazantes e indefinidas, pero hay algo que te empuja a no entregarte y es el vínculo de amor que te une con tus seres queridos, el saber que tus hijos te necesitan para crecer en armonía con el mundo y que ningún sacrificio es mucho para darles por lo menos esa cuota de seguridad que va cincelando su carácter y definiendo su personalidad.

Este doloroso trance que se extendió por siete años me enseñó que el sufrimiento te hace fuerte, que tus retoños te dan fuerzas cuando ya no te queda más ni una gota de aliento porque sabés que no le podés faltar, me enseñó que así como hay personas vengativas y perversas hay gente que es todo corazón, y sobre todo que tu familia, tu verdadera familia, es el refugio más seguro cuando la adversidad te pone frente a circunstancias que no podrías atravesar sola, es el templo donde encontrás consuelo cuando te puede la angustia y es la organización que trabaja para ir superando junto a vos cada obstáculo día a día.

Pero la enseñanza más importante que me deja este período tan inquietante es la que si saberlo escribí al principio de este relato: tené mucho cuidado cuando tu relación de pareja es con un extranjero sobre todo cuando quieras tener hijos, porque ellos son las cadenas con las que maridos violentos, autoritarios y vengativos pueden destruir tu vida para siempre extorsionándote con el amparo de la legislación de su país.

En mi caso, la justicia francesa le otorgó nuestra vivienda y la custodia de los chicos al padre sin que se le mueva un pelo, y pretendía que yo vuelva a París con mis niños para entregárselos al padre en medio de una economía estancada, de una sociedad xenófoba hoy jaqueada y aterrorizada por el terrorismo islámico y la inmigración musulmana y me vea obligada a mendigar la ayuda del Estado, a vivir como una paria de la caridad estatal para poder ver a mis hijos un par de meses al año.

Cuando estés de novia o en pareja mirá bien con quien, donde y como te vas a meter, por más que te encandilen las luces del supuesto primer mundo – que no es lo que se cree – porque el costo en términos de sufrimiento puede ser muy alto si tu pareja resulta ser uno de los tantos machos alfa que abundan en estos días y cuando lo descubrís ya es demasiado tarde.

Lo que me sucedió a mi ahora no es un parámetro válido para tomarlo como aliciente, porque este fallo de la Corte es un verdadero milagro. Habitualmente el Alto Tribunal manda a los chicos de vuelta a su país para que los padres arreglen allí sus diferencias. Pero en este caso ocurrió que JD acordó conmigo por esrito que nuestros hijos vivan conmigo en la Argentina y la justicia argentina dijo que no es aceptable que luego haya pretendido volver sobre sus pasos, máxime luego de que la Cancillería argentina rechazara su pedido.

En realidad el aceptó firmar la residencia permanente de los chicos pensando que yo estaba amagando y al poco tiempo le iba a pedir de rodillas que me reciba de vuelta, pero cuando se dio cuenta de que yo hablaba en serio no quiso reconocer que nuestra matrimonio había naufragado y comenzó su «estrategia» para asfixiarme financieramente, perseguirme por vía judicial y diplomática y así obligarme a volver.

Por eso me hostigó permanentemente con presentaciones judiciales y reclamos ante el Consulado francés (que dicho sea de paso se prestó gustosamente a molestarme pretendiendo que una asistente social francesa revise mi casa para ver en que condiciones vivían los niños con el pretexto de que tenía la facultad de proteger a sus connacionales), no me mandó un sólo euro durante cinco años (ahora me deja una limosna para simular que aporta) como si eso me perjudicara a mi y no a la mantención de sus hijos.

Pero como no me pudo doblegar ahora se vino con la historia de que los niños tienen derecho a relacionarse con «sus raíces» francesas y quiere que vayan «de vacaciones» a Francia (para no volver jamás). Me toma de idiota, pero lo malo es que la jueza a cargo toma sus pretensiones como si fueran serias y le concede muchas cosas que no debería en función de los antecedentes que están en su conocimiento.

En fin, como dijo con su proverbial sabiduría mi madre, ganamos una gran batalla, pero la guerra continuará porque el tipo es un sicópata y necesita excitar su adrenalina buscando roña. Como le sobra plata porque gana muy bien y no gasta nada en sus hijos lo previsible es que siga los ataques. Pero hoy lo importante es que mis polluelos seguirán en su hogar, que está donde esté su madre.

Esperando a la Justicia

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Escribo estas líneas por sólo respeto a la gran cantidad de personas que viene siguiendo las vicisitudes de mi odisea personal, porque sinceramente esta lucha por el bienestar de mis niños me agota y me absorbe tanto tiempo y esfuerzo que al final del día mis reservas de energía son igual a menos uno.

Estoy convencida de que solamente las madres que están sufriendo o
han sufrido situaciones como las que me toca atravesar a mí saben de que se trata esta tarea de afinar el piano y tocar al mismo tiempo, de romperse al alma para ganar el pan de cada día para sus hijos y simultáneamente soportar el acoso de un sicópata que tiene todo eltiempo del mundo para imaginar mil maneras de hostigar al objeto de su ira, es decir yo, despreocupado de todo lo que significa la crianza de los infantes.

Por si todo eso fuera poco, está la angustia de no saber si la Corte
Suprema (que ahora tiene en su manos mi suerte) confirmará las sentencias de los juzgados inferiores o saldrá con algún martes trece
que favorezca a mi ex marido y perjudique a los chicos.
Sobre todo porque la primera en expedirse es una jueza mujer que
paradójicamente no tiene empacho alguno en fallar sistemáticamente a favor del padre reclamante «por respeto a los convenios internacionales»

Es decir que le importa un corno lo que los chicos van a sufrir al ser
separados de su madre ni que el padre sea violento, la cuestión es no
hacer quedar mal al país ante la comunidad internacional. Esos son
los jueces que después se rasgan las vestiduras por los «derechos
humanos» (que parece que no tienen las madres ni los chicos),
la violencia doméstica y los femicidios. Pura y repugnante hipocresía.

Mientras tanto, como en una película de esas que son un bodrio y que
una aguanta sólo porque pagó la entrada, se repiten las mismas
agresiones, los mismos intentos de perturbación, de convencer a
todo el mundo de que se trata de un padre preocupado por sus hijos y
finalmente de poner todos los obstáculos posibles para hacer
mi vida más difícil de lo que ya es.

Constantino y Claudine sufren de dislexia (heredada de su padre),
lo que requiere estudios, tratamientos y atenciones costosas,
las cuales son sólo parcialmente solventadas por mi obra social,
amén del salario de las personas que los cuidan cuando
estoy en el trabajo.

El «padre preocupado» después de cinco años de no poner un
sólo peso para sus hijos en el intento de ahogarme
financieramente para que me vea obligada a volver a Francia
con la frente marchita se convenció de que esa táctica no le va
a resultar y por consejo de sus abogados me trae desde hace un
tiempo cada seis meses una suma miserable que se esfuma a los
tres días siguientes a su partida.
Hasta ahora no podía hacerle juicio de alimentos porque le tocaba
intervenir a la justicia francesa, que está más interesada que él
en que los hicos vuelvan a ese país porque como ya dije antes
los musulmanes los están invadiendo demográficamente y las
familias francesas que se negaban a tener hijos están pagando
hoy con sangre el duro precio de su comodidad.

Por lo tanto tenía cero probabilidades de hacerle cumplir su
obligación alimentaria, pero ahora con la reforma del código civil
la jueza que entiende en la causa no puede argumentar
incompetencia y deberá condenarlo a pagar la cuota que
le corresponde y que elude sin escrúpulo alguno para después
golpearse el pecho por «su preocupación como padre»
y exigir que se respeten «sus derechos» paternos.

Lo paradójico es que hay un convenio internacional que obliga a los
padres varones a pasar alimentos a sus hijos sin importar donde esté
viviendo, pero Francia pone tantos requisitos para cumplirlo que
finalmente se hace imposible. Ahora, para reclamar los derechos de
sus ciudadanos comprendidos en los convenios internacinales
son unos leones.

Y bien, en eso consiste mi vida desde hace siete años, en
defenderme y defender a mis hijos del acoso judicial de un
tarado egoísta y vengativo.
Tengo cuarenta y cuatro años y derecho a tener una vida normal,
pero el destino me está cobrando caro haber ignorado las señales
y pasarlas por alto pensando que la cuestión se podía encarrilar
con un poco de paciencia y aguante.

Grave error que no deben cometer quienes leen este relato, porque
afortunadamente yo cuento con padres que no tienen miedo y se
jugarían la vida por mí o por sus nietos, pero muchas
mujeres no tienen esa suerte y la aventura termina en el dolor
y la desesperación de perder a sus hijos a manos de sujetos
inescrupulosos que abusan y maltratan sinel menor sentimiento
de culpa a mujeres y niños, seres cobardes que ante la
negativa a dejarnos atropellar usan a la ley y el derecho
(y a los jueces que se prestan) para mantenernos en un
estado de permanente zozobra mental y espiritual.

Maniobras sospechosas

la_sospecha_by_deviant_003-d3i6gwvQue el resentimiento es un poderoso motorizador para personas con espíritus dañinos no es ninguna novedad, pero créanme que cuando a una lo toca soportar el acoso de una de ellas recién se da cuenta de lo que significa esa frase.

Como después de dos fallos en contra JD ve casi perdido su intento de vengarse de mi osadía de dejarlo, ahora encontró otro camino no sólo para hostigarme mientras esperamos el fallo final de la Corte sino para burlar a la justicia argentina y lograr su «objetivo estratégico», porque, por si no lo advirtieron todavía a lo largo de este penoso relato, para él los chicos, nuestros hijos, son piezas de un truculento juego de ajedrez que él está dispuesto a ganar por las buenas o por las malas.

Ahora – sospecho que con el asesoramiento del Consulado de Francia – ha impulsado a sus abogados a elucubrar un plan alternativo para lograr por izquierda lo que no pudieron por derecha. La cuestión es ganar la contienda y llevarse el trofeo, es decir, los niños, y dejarme sumida en la desgracia y el dolor para que aprenda lo que cuesta desafiar a un marido francés. Aunque parezca terrorífico no es una exageración, es como funcionan su mente disléxica y sicópata y los resortes del Estado francés.

Valiéndose de la reciente reforma del Código Civil y con la colaboración del Juzgado de Familia que lleva el caso ( y que al parecer padece de una especie de complejo de culpa por haber tenido que fallar en su contra) los abogados de JD han renovado las acciones hostiles acudiendo a normas del Código con el fin aparente de hacer valer sus derechos paternos, pero en realidad encubriendo la verdadera finalidad de la movida.

Detrás de una serie de acusaciones sin fundamento y pedidos supuestamente razonables en cuanto a «conservar las raíces» y «facilitar la comunicación» de los niños con su padre, esconden la daga envenenada con la que pretenden llevar a cabo su truculento plan: llevar a los niños a Francia «de visita» en el período de vacaciones escolares.

Todo el meloso envoltorio de supuestos derechos que los abogados esgrimen en su escrito sólo buscan disimular el único objetivo que tienen, que es sustraer a los chicos de la jurisdicción argentina supuestamente  «para vacacionar», todo porque  en Francia tiene dos sentencias a su favor que dicen que los niños deben vivir en la casa del padre.

Por este sendero oblicuo y retorcido quieren él y sus abogados, una vez en los chicos estén su país, desconocer las sentencias argentinas, hacer valer las sentencias francesas y quedarse allí con los niños convirtiendo todo lo que se hizo aquí en estos casi siete años de sacrificios y angustias en una historia más de las que tanto llanto y dolor han causado a muchas madres de estas latitudes.

Es tan obvio como grosero que «el genial plan» de los confabulados se inspira en los casos que tomaron estado público hace un tiempo en el que dos sujetos inescrupulosos y desalmados, utilizando tramposamente la ley y la justicia argentina, arrancaron a los niños brutalmente de los brazos de su ex esposas para satisfacer su ego y llevárselos a sufrir la dolorosa ausencia de su mamá.

Imagínense mi estado de ánimo cuando pienso que en uno de los casos para habilitar esas maniobras deleznables intervinieron el mismo «defensor de menores» y la misma jueza que están actuando en el mío. No puedo dejar de sospechar que ha corrido y corre dinero,  ni de sentir que a mi alrededor oscuras fuerzas están tejiendo una trama perversa para separarme de de mis hijos.

El truco es sencillo.Entre el defensor y la jueza presionan a la madre con medidas cautelares y otros ingredientes y la convencen de que lo mejor es firmar un acuerdo con el padre «para evitar males mayores y en defensa del mejor interés de lo niños», convenio que básicamente establece que los niños deben vivir con ella en el país de origen de ellos y supuestamente fija un régimen de visitas para el padre.

Para dorar mejor la píldora y de paso tranquilizar su conciencia recomiendan en su fallo transaccional que «la Autoridad Central del país de destino se ocupe de atenuar en lo posible el lógico golpe traumático que significa para los niños el nuevo traslado a su país de origen». La hipocresía nauseabunda que rezuman estos conceptos y el drama consecuente han sido descriptos cabalmente en este artículo.

Ana Alianelli y Mónica Murciano creyeron en la sinceridad de los funcionarios pero descubrieron tardíamente que todo era un «bluff» destinado simplemente a favorecer los planes de los progenitores Burns y Dhers para sacar a los niños de la jurisdicción argentina y luego valerse de subterfugios en el extranjero para mortificar despiadadamente a sus ex esposas. La jueza Velázquez que actuó en el caso Alianelli fue destituida luego por corrupta.

 

 

 

Hacia el round final

0012610984Y si, casarse con un extranjero de buena posición económica e irse a vivir en París, Londres, nueva York o San Pablo representa una tentación casi irresistible para una jovenzuela de veinte y pico de años como era yo cuando conocí a JD en Machu Pichu. Construir una vida en común en una urbe del primer mundo, conocer gente distinta, realizarte en tu profesión, viajar, tener hijos, en fin toda un aventura maravillosa … que luego generalmente se convierte en un drama que parece ser interminable.

En realidad, que te cases en Francia sólo adquiere importancia real cuando tus hijos nacen allí, porque a partir de ese momento esa sociedad vampiro tenderá su telaraña cultural y judicial sobre los niños apañando cualquier conducta violenta o morbosa de tu pareja francesa con tal de que los chicos no puedan escapar de su territorio, sobre todo en los primeros años de vida que es cuando se forma la personalidad del individuo. En cambio, si no tienes hijos, en cualquier momento puedes mandar a tu marido a freír monos y volver a tu país y a tu cultura.

Esto es lo repugnante de su sistema: los niños son las cadenas con las que te mantienen prisionera de este mecanismo diabólico que te obliga a soportar a un energúmeno engreído, violento y manipulador (o con peores vicios) con tal de que no te quiten tus hijos. Yo resolvi no someterme a esa degradación y opté por el divorcio, que el muy tramposo de mi marido primero aceptó y luego se retractó con excusas pueriles para jugar un juego perverso y retorcido.

Es que analizando a la distancia todo lo sucedido me doy cuenta de que su objetivo en realidad no es «recuperar» a sus hijos sino mantenerme en un estado de precariedad emocional hostigándome permanentemente con cuanto recurso encuentra su mente enferma. Lo malo es que su personalidad sicópata tiene como característica su habilidad para engañar a las personas, en este caso presentándose como un padre desesperado que lucha por recuperar a sus hijos raptados por una bruja malvada que se los llevó a su país y no los quiere devolver.

Así, hace pocos días me llamó una asistente social del Consulado Francés en la Argentina pretendiendo que le permitiera verificar las condiciones en que viven mis hijos. Cuando le pregunté el motivo me contestó que era «a pedido del padre, ciudadano francés» y en virtud de los «acuerdos consulares entre Francia y la Argentina ya que los niños también lo eran»

Cuando le consulté a mi abogado me dijo que de ninguna manera estaba previsto en ningún acuerdo la intrusión de personal del Consulado en la vida familiar de nadie  en la Argentina «ni a pedido del Papa». Lo que está previsto es que cuando un ciudadano francés, viviendo en otro territorio, se encuentra en estado de necesidad puede recurrir al Consulado en busca de auxilio económico, pero jamás el despropósito que estaban planteando.

Por supuesto mi respuesta estuvo teñida de la indignación que me produjo este atropello y entonces la funcionaria se mostró sorprendida de mi «agresividad» y me amenazó con tomar «otros caminos» ni bien regresara el Cónsul que se encontraba temporariamente fuera del país. Claro, lo de ellos no es «agresivo» ni ilegal, es «protectivo».

Lo cierto es que mientras tanto el reloj sigue corriendo hacia la definición de la contienda sobre la permanencia de mis hijos en la Argentina que ahora se encuentra en manos de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que deben resolver el recurso de queja presentado por el abogado de JD cuando la Cámara le rechazó el recurso extraordinario. Si la justicia argentina fuera confiable no cabría otro resultado que el rechazo de la pretensión de mi marido, pero en  el contexto judicial tan voluble que todo el mundo conoce, el final es abierto.

Tres personas tienen ahora en sus manos el destino de mis hijos, tres personas que no se distinguen por su sensibilidad humana sino por su indiferencia hacia el dolor de madres e hijos.

 

 

 

Otro pasito

Leo el estremecedor comentario de Clara Villafañe y pienso que tan mala persona no debo ser si Dios me dio los padres que tengo que me rescataron en el momento preciso a mi y a mis hijos de las garras de un hábil psicópata manipulador y de un destino cruel porque la verdad, yo ya estaba psicológicamente semidestruída, anestesiada, alienada, casi incapaz de reaccionar.

Dice Clara que «lo que redacta yo lo pasé de la misma manera, estuve casada con uno durante 45 años, al final mi hijo también es psicópata intenso y mi nieta mayor también nació sin alma. El redacto parece mi vida, éste actuó de la misma forma con mi hijo, pero yo no lo supe defender porque me manipulaba como quería. Había logrado cansarme tanto que ya no discutía más con él»

Eso es lo que me esperaba si mi madre no se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando en mi matrimonio y no hubiese apoyado mi decisión de divorciarme sin la menor vacilación. El relato que condensa ese breve párrafo de Clara es toda una vida de sufrimiento, o mejor, una auténtica no vida,  sintiendo que te convierten en una marioneta sin poder reaccionar como en una pesadilla y viendo como delante de tus ojos maltratan día a día a tus hijos.

Cuando mi ex esposo atacó furibundo a mi madre porque no le quiso entregar a Claudine que dormía en la «guagua» que tenía atada a su cuello y le desgarró el hombro derecho en el intento, cayó  la gota que rebalsó el vaso. No había marcha atrás. La violencia moral y psicológica ya había pasado a la física.

En el ínterin entre este episodio y el viaje de regreso a la Argentina consulté a tres personas de asociaciones que se especializan en el tema de la violencia doméstica, y las tres me dijeron exactamente lo mismo después de escuchar mi relato:»Sepárese porque estas situaciones no tienen retroceso, sólo pueden empeorar»

Confieso que después que le  dije a JD que me quería divorciar tuve dudas acerca de si era la mejor decisión dadas las circunstancias porque todavía estaba como envuelta en una nube que me obnubilaba impidiéndome pensar con claridad, a tal punto llegaba en ese momento el efecto de las tácticas manipuladoras de mi ex esposo.

Pero luego a medida que me iba recuperando también me iba dando cuenta de cómo funcionaban las maniobras perversas de JD para ir minando mi personalidad y  sumirme en la dependencia de sus humores y  delirios. Y entonces supe que había tomado la decisión correcta. Aunque cuando él asumió que yo estaba hablando en serio comenzó la guerra que aún hoy me tiene sobre ascuas, porque nunca se sabe para que lado disparan los intereses de los magistrados que tienen tu vida en sus manos, y que en algunos casos muy poco les importa lo que les puede pasar a ti o a tus hijos.

Hoy tengo otro motivo para festejar, la Cámara de Apelaciones rechazó el recurso extraordinario que presentaron sus abogados. Otro pasito, aunque falta aún el veredicto definitivo que está en manos de la Corte Suprema que enfrenta un futuro incierto sujeto a los vaivenes de la política ya que sólo quedan tres de los cinco miembros que la componen, debiendo cubrirse los dos cargos vacantes en el transcurso del próximo año.

 

 

Un pasito más

Como en una novela de suspenso permanente se van dando en esta historia episodios que no por previsibles son menos angustiantes. La jueza de primera instancia había resuelto que los chicos se quedaran en Argentina sobre la base de que su padre había autorizado la residencia permanente de ellos ante la autoridad consular argentina en Francia. No obstante, quedaban aún dos instancias más a superar.

Por supuesto los abogados de JD apelaron este fallo ante la Cámara de segunda instancia, lo que nos tuvo en vilo durante un tiempo hasta que recientemente salió su resolución, por fortuna confirmando en su totalidad los fundamentos de la sentencia de la primera jueza.

No sólo eso, sino que antes de esta sentencia se habían expedido tanto la Fiscalía como la Defensoría de Menores de segunda instancia dictaminando categóricamente (en contra de lo que habían dictaminados sus subordinados) que la acción de JD debía ser rechazada, o sea que tanto el ministerio público como la justicia me dieron la razón basándose en las pruebas de que mi ex marido había intentado borrar con el codo lo que había firmado con la mano.

Ahora nos queda la última batalla en la Argentina ya que seguramente los abogados de JD acudirán a la Corte Suprema de Justicia para tratar de revertir esta decisión de la Cámara.

Mientras tanto en Francia continúa el juicio de divorcio porque apelamos la sentencia de la jueza que intervino, que le da a JD: la tenencia de mis hijos, el uso y posesión gratuita de nuestra vivienda en París y ¡Todas mis cosas particulares! más una multa de 3 mil euros a su favor por haberlo mortificado trayendo a mis hijos a la Argentina. O sea, parafraseando a Perón, a los sudacas ¡Ni justicia!

Estas barbaridades que cometen los jueces franceses son las que me inspiraron el título de este blog “No te cases en Francia”, porque si te casas allí entonces quedas sujeta a las leyes y los criterios impiadosos de esta gente que considera a las mujeres provenientes del tercer mundo casi como simples vientres destinados a producir ciudadanos franceses.

Recuerdo uno de mis primeros posts: “Cuando inicié en Francia el juicio para la tenencia provisoria de mis dos hijos lo hice con algunas dudas, pero pensaba: “¿Que juez en el mundo va a cometer la crueldad de separar a una madre de sus hijos, uno de ellos de seis meses?” Pronto tuve la respuesta: “Un juez francés”.

Por suerte sigo teniendo trabajo y a pesar de todo el sacrificio que significa criar y mantener a dos chicos sin ayuda del padre – salvo los centavos que deja cada vez que viene dos veces por año y que según él cubren su parte en los gastos de escuela, psicopedagoga, psicólogo, fonoaudióloga, maestro integrador y maestro de apoyo de Constantino más la escuela y fonoaudióloga de Claudine – sigo adelante porque ningún esfuerzo es mucho para evitar que un psicópata resentido y vengativo se lleve a mis pichones a maltratarlos y torturarlos en Francia.

Claudine ya cumple seis años (llegó a la Argentina con un mes de vida) Constantino tiene nueve y ambos se crían sanos, felices y seguros, eso es lo que importa en toda esta cuestión porque ellos se han convertido en la razón de mi vida y criarlos me compensa el agujero negro que se abrió en mi existencia después del fracaso de mi matrimonio porque créanme que no es nada agradable atravesar todas estas vicisitudes no sólo sin pareja sino con un neurótico obsesivo persiguiéndome para vengarse de haber tenido el valor de dejarlo.

Menos mal que tengo los padres que tengo, porque sin el apoyo incondicional que me han brindado ellos en todo momento hace rato que estaría internada en algún neuropsiquiátrico. Me costó muchos meses y sesiones de psicólogo recuperar en gran parte la personalidad que me había sido robada por mi ex marido  con sus perversos “trucos” psicológicos originados en la por lo visto apremiante necesidad de disimular su disfuncionalidad (él y sus padres me ocultaron cuidadosamente que era disléxico) y someterme totalmente a sus designios abusando de la protección que le brindaba el sistema machista, semibárbaro y vampírico instaurado en la sociedad francesa.

El drama de la dislexia

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Mientras espero el fallo de la Cámara de Apelaciones aprovecho para cumplir un compromiso que asumí en un post anterior respecto de los padecimientos de Constantino en la escuela Santa Rosa de la Capital Federal.
Constantino tiene nueve años, está en tercer grado y no sabe leer. La razón: es disléxico.

Actualmente le asisten un maestro integrador y un acompañante terapéutico pero durante tres largos años debió sufrir solita su alma la tortura diaria a la que le sometían maestras ignorantes y caprichosas a las que nunca se les ocurrió pensar que el chico podía padecer alguna deficiencia neurológica como la dislexia, y más aún, cuando finamente un equipo interdisciplinario se la diagnosticó se negaron a reconocerlo y pusieron manos a la obra para echarlo de la escuela «porque era un niño indisciplinado».

Baste para retratar este tratamiento discriminatorio propio de bárbaros que recibió mi hijo el hecho de que el último año no iba al grado sino que se pasaba en la Dirección de la escuela «para que no moleste en el aula» algo que me contaron al final del ciclo.

No es mi intención escribir aquí un tratado sobre la dislexia, baste decir que es una deficiencia neurológica que va mas allá de la dificultad para la lectura y que se estima que un 20% de los chicos en edad escolar la padecen en algún grado y los docentes no son capacitados por el sistema para detectarlos y mucho menos para tratarlos.

El niño disléxico sufre horrores en la escuela porque no puede entender lo que la mayoría de sus compañeritos entiende fácilmente y por eso se vuelve agresivo, indisciplinado, desatento e insociable.

Ni la sociedad ni las autoridades estatales de la Capital se ocupan de estos verdaderos marginados sociales que hay en todas las escuelas y que no pueden aprender con los métodos tradicionales porque su mente tiene un cierto tipo de conformación neuronal que le dificulta la memoria inmediata y su facultad de asociación es diferente al resto de los mortales.

Eso nada tiene que ver con su inteligencia (Einstein lo era, Bill Gates lo es y muchos personajes relevantes de la historia también) pero sí con su conducta y con su inteligencia emocional ya que la frustración que le provoca cuando niño se manifiesta en actitudes que maestras ignorantes no pueden sino atribuir a la mala educación en la casa o al carácter caprichoso del chico.

Y aquí viene lo mejor: el que le hizo ese regalo fue su padre.

¿Como lo sé? Porque se le escapó al muy estafador sin querer en un mail hace pocos meses que él es disléxico, pero que se había curado, lo cual es mentira porque la dislexia además de ser hereditaria no tiene cura simplemente porque no es una enfermedad, y es más, si no se trata de chico produce graves alteraciones de la conducta cuando adulto, al extremo que algunos especialistas dicen que pueden ser genios o asesinos con la misma facilidad.

Ahí entendí muchas cosas de su conducta que me intrigaban durante mi noviazgo y matrimonio y que finalmente me llevaron al divorcio, no sólo era sicópata sino para colmo de males, disléxico.

También entendí el porqué de su obstinación en dañarme moralmente quitándome a mis hijos: el disléxico adulto no tratado manifiesta su impotencia sobreactuando todo, tratando siempre de ser el más alfa de los machos, aunque en su interior sepa que es la inseguridad lo que lo impulsa.
Así que ocultarme ese dato fue la causa de la destrucción de nuestro matrimonio, porque de haberlo sabido a tiempo hubiéramos buscado un sistema de convivencia compatible con sus limitaciones y su visión del universo y de la vida, y lo que es más importante, le hubiéramos evitado a nuestro hijo las vejaciones  y sufrimientos a que fue sometido en la escuela.

En su frustración JD me había convertido a mí en una especie de lazarillo para disimular sus carencias y descargar sus resentimientos, de ahí el odio que hoy me profesa por haberlo «abandonado a su suerte», odio que lo empuja a poner cuantiosos recursos económicos en la tarea usar a la Justicia para destruirme como persona mientras le retacea a sus hijos la obligación alimentaria para presionarme.

La verdad, cuando me enteré por él mismo de que JD era disléxico me cayó como un baldazo de agua fría, no sólo por la doblez y la indignidad de habérmelo ocultado tanto tiempo sino porque me había nacido una nueva y tremenda responsabilidad: que mis hijos no cayeran en manos de un discapacitado funcional no tratado.

Y salió la sentencia argentina

Después de cinco años de juicio, de tener la espada de Damocles sobre la cabeza, de pasarme noches durmiendo mal, acosada por la angustia de eventualmente verme separada de mis hijos, la jueza argentina se jugó y me dio la razón contra los dictámenes del «defensor» de menores y del fiscal que aconsejaban devolver los chicos a su lugar de residencia habitual porque – dijeron – si bien el traslado había sido lícito, la «retención» de ellos en la Argentina era «ilícita» curiosamente repitiendo casi calcados los argumentos que habían usado las juezas en Francia y los abogados de mi ex marido.

Hasta hoy me pregunto si habrá corrido plata, porque desde que la asistente social supuestamente designada para supervisar las visitas de JD entró en el caso el defensor de menores dio un giro sorprendente en cuanto a la actitud que venia trayendo  a favor de la permanencia de los chicos en este país, manipuló la designación de la perito psicóloga de cuarta que en su dictamen puso  que los chicos «no corrían ningún riesgo psíquico ni físico» si retornaban a Francia. ¿Tenía una bola de cristal la desgraciada? No, simplemente quiso asegurarse de que la conclusión de su dictamen se ajustara a lo que exige la Convención de La Haya de 1980 para facilitar la tarea que después completó el defensor recomendando que vuelvan a manos del padre mencionando ese dictamen.

Fue el día de mi cumpleaños, me había mudado hacía dos días y mi casa era un caos muy parecido a Kosovo. Yo estaba en la cocina buscando cosas para ayudar a mi mamá a preparar el almuerzo cuando Claudine y Constantino me traen un documento bien enrollado y atado con una cinta que parecía una especie de diploma. La bebé me dice en su media lengua:

– «Mamá, este es nuestro regalo de cumpleaños».

Yo creí que era un dibujo que me hicieron o algo así, de modo que lo puse por ahí en arriba de un mueble.Entonces Claudine insistió con su vocecita expectante :

– ¿No lo vas a abrir mamá?

Tomé el cilindro y desaté la cinta.Lo primero que me saltó a la vista es la palabra «RESUELVO».El corazón me dio un brinco y no quise seguir leyendo.

– ¿No lo vas a leer?- me dijo mi madre – ya va a estar la comida.

Entonces seguí leyendo y cuando vi la frase «Rechazar la restitución de Constantino y Claudine a la República de Francia» ya no me puede contener y me metí en mi dormitorio a llorar porque sentí que me asfixiaba. Por un momento pensé si no era una alucinación y había leído mal el papel, pero no. Las letras me bailaban detrás de las lágrimas.

-¿Que te pasa?- me dijo mi mamá siguiéndome.

-Salió la sentencia.

-¿Y?

-A mi favor.

Mi madre se levantó de un salto y me arrebató el documento de la mano. No podía creer lo que estaba viendo porque después de todas las peripecias judiciales, de una pericia truchísima, de dos dictámenes en contra, era casi un imposible, pero … muestras oraciones por los chicos habían sido escuchadas por el Señor.

Quedamos aleladas sin saber que hacer, como en esas escenas de película que los actores quedan como en suspenso hasta que nos abrazamos entre todos lagrimeando y sollozando como Magdalenas. Los chicos creían que era una actuación y se prestaban al juego.

Constantino estaba medio extrañado y preguntó:

-¿Que pasa abuela?¿Que dice el papel?

-¡Que tu papá no los lleva a Francia, Costa!!

– ¡Sii!- dijo Constantino haciendo con el puño ese gesto de triunfo que aprende de las películas. Claudine ajena totalmente al dramatismo de la situación seguía buscando a la gatita que se le había escondido en medio de las bolsas de la mudanza.

Mi padre miraba la escena sentado sonriendo y jugando con el corcho del vino recién destapado porque él fue el que trajo la copia de la sentencia y se la dio a los chicos para que me la entreguen.

¿Y ahora?-le dije

-Y ahora hay que seguir remando, porque seguramente tu ex va a apelar

-¿Te parece?

-Escuchame, el tipo es un enfermo mental, los chicos le importan una breva, tiene plata de sobra porque gana bien y  no gasta un peso en sus hijos, toda su vida gira alrededor de la obsesión por destruirte sacándote los hijos y si se queda sin ese objetivo se tiene que suicidar porque evidentemente no ha encontrado la forma de reconstruir su vida. Así que  va a seguir con el acoso, pero ahora se va a convertir en un tipo peligroso, habrá que tener mucho cuidado con los chicos porque le va a aflorar la violencia.

Un soplo de oxígeno puro entró en mi vida con esa sentencia, y a pesar de los sinsabores que tuve que pasar a lo largo de estos cinco años tengo que agradecerle a la jueza argentina que tuvo el valor de ser imparcial y no haberse dejado amilanar por los argumentos de gente a la que no le importa la salud emocional de  los niños ni su felicidad. Sé que la lucha continúa con resultado incierto, pero este es un round ganado a fuerza de  pelear cada día sin descanso por el bienestar de mis hijos.¡Que feliz cumpleaños!¡Gracias Dios mío!¡Gracias Virgen María!

 

 

 

 

Estrategias sofisticadas de los «machos alfa»

Febrero 2015.Primera visita de JD. Para evitar los desagradables tironeos y las malintencionadas acusaciones de que obstaculizo el contacto paterno filial de la última visita le propuse esta vez que  lleve los chicos a su departamento y que se queden con él hasta su regreso a Francia que era en 15 días. Obviamente se negó rotundamente a tenerlos mas de 6 horas por día con la excusa de que el depto. que había alquilado tenía sólo dos habitaciones y venían sus padres con él. Aclaro que la propuesta le hice antes de que lo alquilara, es decir que lo hizo a propósito para poder negarse a tener a los chicos a su cargo todo el día porque en realidad tanto él como sus padres vienen más a pasear que a estar con los chicos. Y eso después de escribirme 20 mails  de que yo le dejaba pasar poco tiempo con sus hijos cuando venía a la Argentina.

Al tercer día los nenes no querían ir más porque no les gustaba que el padre los bañe y los toquetee. Tuve que decirle que deje de hacerlo. Otra vez Claudine bajó un kilo y Constantino que tiene sobrepeso subió dos. Al cuarto día la nena volvió vomitando y con fiebre. Médico, análisis, reposo. Una docena de mensajes por día para que le dé la dirección del médico para constatar la verosimilitud de la orden de reposo por 48 hs. A la semana siguiente Constantino viene contando que el padre le pega y los abuelos la maltratan a Claudine. Los viejos se ponían nerviosos porque no hablan español y además Claudine sufre de dislalia así que no le entendían ni jota. Ni ella menos.

Llamo a la supuesta «supervisora» designada por el Juzgado para que tome cartas en el asunto me contesta que ella no puede hacer nada «porque no le constan los malos tratos». Entonces, presento la denuncia en la agencia de violencia doméstica donde estuvo tres horas hablando con los funcionarios. Me entregan al día siguiente el legajo para su presentación en el Juzgado, lo hago, el Juzgado se toma su tiempo sabiendo que ya llegaba el momento del regreso a su país, ninguna resolución ni apercibimiento.

Las argucias de este sicópata para tenerme en alerta y consumir mi tiempo fueron muchas más, como el acoso telefónico y las veladas amenazas de vengarse y dejarme en la calle y sin mis hijos. Esta vez la violencia le surgió irrefrenable, no pudo seguir simulando su rol de persona conciliadora y su odio y su violencia se canalizaron por whatsapp.

Relato todo esto no para quejarme, sino para que la gente sepa como los «machos alfa» separados inventan  todo tipo de molestias permanentemente para ocupar nuestro tiempo y demostrar su poder. Esas son sus estúpidas y perversas «estrategias» para desgastarnos moralmente a las madres. Yo tengo que ganarme el pan para mis hijos, tengo un trabajo de mucha responsabilidad, mucha gente a mi cargo, y tuve que andar los quince días de aquí para allá dejando de hacer mis tareas porque al señor JD y sus padres estaban de visita y cada día los chicos volvían con una novedad. No quiero pensar como sería si vivieran aquí.

A todo esto hay dos grandes responsables de que sucedan estas cosas: los jueces y los defensores que  so pretexto de respetar el «derecho del padre que viene  dos veces por año» hacen caso omiso de las protestas y le hacen el campo fértil para que se abusen de una que tiene que estar todo el día pendiente de las chicanas, insultos, amenazas a mi persona  y malos tratos hacia los chicos, a tal punto que tuve que hacer la denuncia en la oficina de violencia doméstica y no en el juzgado donde está el expediente para que me escuchen, porque en el juzgado siempre, invariablemente, la jueza falló en contra de lo que yo pedía y nunca me atendió.

Yo tengo que lidiar todo el año con mis hijos,sus problemas, su escuela, sus demandas, sus enfermedades con un mísera ayuda económica del padre para que después venga quince días a hacérmela difícil sólo para desquitarse de que lo hay abandonado, todo con la complacencia de los funcionarios.

A todo esto ayer fue «el día de la Mujer». Digo yo, ¿Los varones no sienten un poco de vergüenza ese día? ¿Que es lo que hay para festejar? Si nos separamos para no soportar la violencia machista, los varones nos persiguen con la misma vehemencia como si fueran mujeres despechadas, si trabajamos nos pagan menos porque … somos mujeres, si no cortamos la relación a tiempo terminamos inválidas o muertas, si nos vamos nos quieren quitar los hijos para vengarse y siguen las firmas. Repito ¿Que hay para festejar?