Que nueve años no es nada

JuezaClaudine ya cumplió nueve años. Cómo pasa el tiempo! La traje a la Argentina cuando tenía un mes de vida, es decir que hace nueve años que estoy soportando la persecuta judicial, la amenaza permanente y la violencia de género económica de JD y veinte desde que lo conocí en Cuzco.

Es curioso, aunque el tango dice que veinte años no es nada yo siento que todo eso quedó en la prehistoria, como si en lugar de veinte años hubiera pasado un siglo y a veces me pregunto si en algún momentos hubo en realidad amor entre nosotros aunque ya no tiene importancia porque si lo hubo quedó sepultado en el pantano del odio y las pasiones malsanas que le brotaron a JD cuando vio la separación como un desafío a su poder patriarcal.

Durante todo este tiempo de pelea judicial se hizo el distraído con su obligación alimentaria, pero mi padre, atinadamente me parece, entendió que no había margen para abrir un nuevo frente litigioso mientras se peleaba por la permanencia de los chicos en Argetina, hasta que concluido el juicio de restitución el año pasado le inició un juicio de alimentos y radicó una denuncia penal por incumplimiento de los deberes de asistencia familiar.

La justicia civil lo condenó a pagar una mensualidad en euros que no cumple y la penal le concedió una probation, es decir que en lugar de ir a juicio debe cumplir unas condiciones ridículas (por ejemplo avisar si cambia de domicilio) fijadas por la jueza que lo único que quería al igual que la fiscal era sacarse de encima el fardo de un farragoso juicio contra un extranjero.

Es increíble como un sujeto puede reírse en la cara de la justicia argentina y no pasa nada como se estuvo viendo en los últimos años en este país. Claro está que como él tiene en Francia una sentencia a su favor – que es una burla al derecho argentino – cuando se manda la ejecución allá la justicia francesa la rebota sin miramientos.

Pero eso no es lo más malo, sino que cuando viene de visita todavía sus abogados bajan escritos llenos de pretensiones por su «derecho a la comunicación» con sus hijos.

¿Quien puede creer que un padre al que no le importa si sus hijos comen o pasan hambre, si van o no a la escuela, si tienen asistencia médica cuando están enfermos se preocupa por sus hijos? Si,señor, los tribunales argentinos lo creen o hacen como que le creen.

Lo gracioso es que el supuesto defensor de los niños dictamina que debe hacerse lugar a lo que pide mi ex marido porque viene desde muy lejos a ver a sus hijos. Que evada dolosamente sus obligaciones parentales parece que tiene menos importancia que sus derechos, pero el defensor se escuda en que él «es el defensor del derecho de comunicación de los niños con el padre».

En definitiva para la justicia de Francia no importa si los chicos se mueren de hambre o pasan enfermedades, (si quieren comer que vuelvan es el mensaje) y para la argentina no se le puede restringir el derecho a la comunicación con los niños.Ergo, el señor hace lo que le place mientras la señora justicia en Argentina muerde el freno de la impotencia para hacer cumplir sus fallos y en Francia les da lo mismo que los chicos vivan, mueran o pasen necesidades en otro país.

Mientras tanto hace nueve años que yo trabajo, de mamá a tiempo completo, y literalmente de sol a sol para pagar no sólo los alimentos,la vivienda, el médico, la escuela etc. sino además los tratamientos para la dislexia que sufren mis dos hijos – que no son baratos – heredada del padre que me lo ocultó maliciosamente durante diez años.

En fin, que no se trata sólo de que lidiar con un sicótico que convirtió la persecución de su ex esposa en la razón de su vida sino que además hay que bancarse la impotencia de los tribunales para hacer real justicia.

Pero no me quejo, sólo expreso mi enojo por estos atropellos consentidos por quienes deberían ponerle coto, porque cualquier sacrificio que deba hacer está compensado por haber podido escapar, yo de una vida que se estaba convirtiendo en un martirio y que me dejó hondos surcos psicológicos, y mis hijos de criarse en una cultura retrógrada, prepotente e insensible.

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