Que el resentimiento es un poderoso motorizador para personas con espíritus dañinos no es ninguna novedad, pero créanme que cuando a una lo toca soportar el acoso de una de ellas recién se da cuenta de lo que significa esa frase.
Como después de dos fallos en contra JD ve casi perdido su intento de vengarse de mi osadía de dejarlo, ahora encontró otro camino no sólo para hostigarme mientras esperamos el fallo final de la Corte sino para burlar a la justicia argentina y lograr su «objetivo estratégico», porque, por si no lo advirtieron todavía a lo largo de este penoso relato, para él los chicos, nuestros hijos, son piezas de un truculento juego de ajedrez que él está dispuesto a ganar por las buenas o por las malas.
Ahora – sospecho que con el asesoramiento del Consulado de Francia – ha impulsado a sus abogados a elucubrar un plan alternativo para lograr por izquierda lo que no pudieron por derecha. La cuestión es ganar la contienda y llevarse el trofeo, es decir, los niños, y dejarme sumida en la desgracia y el dolor para que aprenda lo que cuesta desafiar a un marido francés. Aunque parezca terrorífico no es una exageración, es como funcionan su mente disléxica y sicópata y los resortes del Estado francés.
Valiéndose de la reciente reforma del Código Civil y con la colaboración del Juzgado de Familia que lleva el caso ( y que al parecer padece de una especie de complejo de culpa por haber tenido que fallar en su contra) los abogados de JD han renovado las acciones hostiles acudiendo a normas del Código con el fin aparente de hacer valer sus derechos paternos, pero en realidad encubriendo la verdadera finalidad de la movida.
Detrás de una serie de acusaciones sin fundamento y pedidos supuestamente razonables en cuanto a «conservar las raíces» y «facilitar la comunicación» de los niños con su padre, esconden la daga envenenada con la que pretenden llevar a cabo su truculento plan: llevar a los niños a Francia «de visita» en el período de vacaciones escolares.
Todo el meloso envoltorio de supuestos derechos que los abogados esgrimen en su escrito sólo buscan disimular el único objetivo que tienen, que es sustraer a los chicos de la jurisdicción argentina supuestamente «para vacacionar», todo porque en Francia tiene dos sentencias a su favor que dicen que los niños deben vivir en la casa del padre.
Por este sendero oblicuo y retorcido quieren él y sus abogados, una vez en los chicos estén su país, desconocer las sentencias argentinas, hacer valer las sentencias francesas y quedarse allí con los niños convirtiendo todo lo que se hizo aquí en estos casi siete años de sacrificios y angustias en una historia más de las que tanto llanto y dolor han causado a muchas madres de estas latitudes.
Es tan obvio como grosero que «el genial plan» de los confabulados se inspira en los casos que tomaron estado público hace un tiempo en el que dos sujetos inescrupulosos y desalmados, utilizando tramposamente la ley y la justicia argentina, arrancaron a los niños brutalmente de los brazos de su ex esposas para satisfacer su ego y llevárselos a sufrir la dolorosa ausencia de su mamá.
Imagínense mi estado de ánimo cuando pienso que en uno de los casos para habilitar esas maniobras deleznables intervinieron el mismo «defensor de menores» y la misma jueza que están actuando en el mío. No puedo dejar de sospechar que ha corrido y corre dinero, ni de sentir que a mi alrededor oscuras fuerzas están tejiendo una trama perversa para separarme de de mis hijos.
El truco es sencillo.Entre el defensor y la jueza presionan a la madre con medidas cautelares y otros ingredientes y la convencen de que lo mejor es firmar un acuerdo con el padre «para evitar males mayores y en defensa del mejor interés de lo niños», convenio que básicamente establece que los niños deben vivir con ella en el país de origen de ellos y supuestamente fija un régimen de visitas para el padre.
Para dorar mejor la píldora y de paso tranquilizar su conciencia recomiendan en su fallo transaccional que «la Autoridad Central del país de destino se ocupe de atenuar en lo posible el lógico golpe traumático que significa para los niños el nuevo traslado a su país de origen». La hipocresía nauseabunda que rezuman estos conceptos y el drama consecuente han sido descriptos cabalmente en este artículo.
Ana Alianelli y Mónica Murciano creyeron en la sinceridad de los funcionarios pero descubrieron tardíamente que todo era un «bluff» destinado simplemente a favorecer los planes de los progenitores Burns y Dhers para sacar a los niños de la jurisdicción argentina y luego valerse de subterfugios en el extranjero para mortificar despiadadamente a sus ex esposas. La jueza Velázquez que actuó en el caso Alianelli fue destituida luego por corrupta.