El poder de las bestias humanas

    Escribo estas líneas impresionada por una película llamada “12 años de      esclavitud” que acabo de ver. Es un crudo y desgarrador relato acerca de la trata    de negros a mediados del 1800 en los Estados Unidos,  una de cuyas escenas me    estremeció hasta los huesos por sus connotaciones con mi situación familiar, que  por cierto sigue incierta y bajo amenaza.

En ella,  una mujer negra a punto de ser subastada entre otros prisioneros por un  vendedor de  esclavos de Nueva Orleans está abrazada a sus dos hijos, un varón y  una nena  trémula de terror. Un terrateniente la compra y ella suplica llorando que no  la separen  de sus hijos pero por supuesto no es escuchada y la arrancan del lugar  a la fuerza.  Conmovido, el comprador ofrece entonces llevarse también a la niña  y el  traficante le dice. “Esta niña no está en venta ahora porque me hará ganar  más  dinero del que usted puede pagar”.

Me quedé tan conmocionada que casi no pude seguir mirando. La brutalidad humana estaba retratada en toda su extensión. El lobo en el hombre mostraba sus fauces babeantes.  Obviamente en esa época habrá habido miles de casos como ese o quizás mucho peores,  pero el hecho es que la fuerza de esas imágenes me llevó de inmediato a una reflexión.

¿Qué diferencia hay – en cuanto al trasfondo de brutalidad  – entre el traficante de esclavos  y las juezas francesas que quieren separarme de mis hijos “por imperio de la ley”? Sólo pude encontrar diferencias formales .  En ambos casos personas que invocan la ley positiva desconocen la ley natural. Como dice uno de los personajes, que repudiaba la esclavitud, “la leyes cambian, las verdades universales son constantes”

Porque en esa época el hombre blanco basado en su poder había decretado que los negros no eran seres naturalmente libres y podían ser comerciados como mercadería. Era la ley y debía cumplirse aunque en su nombre se perpetraran atrocidades horrorosas que aún hoy  escandalizan a la civilización.

Ahora la ley dice que si dejas a  tu marido sicópata y te llevas a tus hijos a tu país para evitar que los maltrate – o los mate – tenés que devolverlos aunque ello implique separarlos de la madre. ¿Cuál es la diferencia, desde el punto de vista humano?

¿Qué diferencia hay entre un traficantes de esclavos que se vale de su poder para arrancar a una madre sus hijos amparándose en una ley injusta y juezas que hacen los mismo valiéndose del poder del Estado so pretexto de impartir justicia?¿Que el traficante emplea a sus esbirros y las juezas emplean a la policía?

La conclusión a la que llego es que el ser humano – varón o mujer – sigue siendo tan bestial como en el siglo 19, no hemos avanzado nada. Tanto las juezas que decretaron que debía restituir mis hijos a Francia “a la casa del padre” como al traficante de la película les importó muy poco que les pasaba a los niños, son dos especies de la misma bestia sólo que vistas en dos dimensiones temporales distintas.

Y no es excusa que sólo hacen cumplir la ley, porque todo el mundo sabe que toda ley tiene dos por lo menos dos interpretaciones. Simplemente les importa un pepino lo que les pasa a niños indefensos arrojados a las manos de padres maltratadores y vengativos.

¿Qué pedazo de roca tienen en lugar del corazón esa clase de personas? ¿O son tan brutas que no entienden la naturaleza de las cosas? En el caso da las juezas francesas es peor, porque usan el poder del Estado para cometer un acto de lesa humanidad revestido de formalidades legales, tal como hicieron los jueces de Hitler para perseguir y asesinar a quienes no pertenecían al “Partido”, pero lo hacían “en nombre de la ley”.

Claro está que no debería extrañar que los franceses cometan estas barbaridades contra extranjeros que consideran de segunda clase teniendo en cuenta que son los inventores del método de exterminio que probado en Argelia luego fue importado y aplicado por los militares argentinos contra su propio pueblo en el llamado “Proceso de reorganización nacional” que dejó miles de víctimas y heridas sangrantes aún hoy, treinta años después.

Toda la película es estremecedora, pero a mi solo me impactó esa parte porque sentí que me tocaba el corazón. No es posible que un enfermo de deseos de venganza como mi ex marido sea amparado por jueces que no pretenden hacer justicia sino simplemente valerse de la ley para arrasar con el derecho humanos más elemental de un niño que es permanecer con su madre.

No me cabe duda de que estas juezas sin alma al igual que el traficante de esclavos representan el nivel más deleznable de la  condición humana. Me pregunto:¿Qué diferencia hay entre una negra esclava y una sudaca presa de las leyes francesas hechas para esclavizarlas “civilizadamente” encubriendo a maridos maltratadores y violentos?

Nuestros jueces argentinos también son cómplices de estas atrocidades dictando sentencias inicuas escudándose supuestamente en el cumplimiento de tratados internacionales (Que en otros casos desconocen abiertamente) afirmando con un cinismo repugnante al más elemental sentido de humanidad que lo hacen «en el interés superior del niño».

Hoy los norteamericanos esclavistas están presididos por un afroamericano descendiente de esos esclavos que eran comerciados “legalmente”. Quizás algún día veamos también un Nuremberg para todos estos jueces y funcionarios que no trepidan en separar a niños pequeños de sus madres  también “legalmente”.