Después de cinco años de juicio, de tener la espada de Damocles sobre la cabeza, de pasarme noches durmiendo mal, acosada por la angustia de eventualmente verme separada de mis hijos, la jueza argentina se jugó y me dio la razón contra los dictámenes del «defensor» de menores y del fiscal que aconsejaban devolver los chicos a su lugar de residencia habitual porque – dijeron – si bien el traslado había sido lícito, la «retención» de ellos en la Argentina era «ilícita» curiosamente repitiendo casi calcados los argumentos que habían usado las juezas en Francia y los abogados de mi ex marido.
Hasta hoy me pregunto si habrá corrido plata, porque desde que la asistente social supuestamente designada para supervisar las visitas de JD entró en el caso el defensor de menores dio un giro sorprendente en cuanto a la actitud que venia trayendo a favor de la permanencia de los chicos en este país, manipuló la designación de la perito psicóloga de cuarta que en su dictamen puso que los chicos «no corrían ningún riesgo psíquico ni físico» si retornaban a Francia. ¿Tenía una bola de cristal la desgraciada? No, simplemente quiso asegurarse de que la conclusión de su dictamen se ajustara a lo que exige la Convención de La Haya de 1980 para facilitar la tarea que después completó el defensor recomendando que vuelvan a manos del padre mencionando ese dictamen.
Fue el día de mi cumpleaños, me había mudado hacía dos días y mi casa era un caos muy parecido a Kosovo. Yo estaba en la cocina buscando cosas para ayudar a mi mamá a preparar el almuerzo cuando Claudine y Constantino me traen un documento bien enrollado y atado con una cinta que parecía una especie de diploma. La bebé me dice en su media lengua:
– «Mamá, este es nuestro regalo de cumpleaños».
Yo creí que era un dibujo que me hicieron o algo así, de modo que lo puse por ahí en arriba de un mueble.Entonces Claudine insistió con su vocecita expectante :
– ¿No lo vas a abrir mamá?
Tomé el cilindro y desaté la cinta.Lo primero que me saltó a la vista es la palabra «RESUELVO».El corazón me dio un brinco y no quise seguir leyendo.
– ¿No lo vas a leer?- me dijo mi madre – ya va a estar la comida.
Entonces seguí leyendo y cuando vi la frase «Rechazar la restitución de Constantino y Claudine a la República de Francia» ya no me puede contener y me metí en mi dormitorio a llorar porque sentí que me asfixiaba. Por un momento pensé si no era una alucinación y había leído mal el papel, pero no. Las letras me bailaban detrás de las lágrimas.
-¿Que te pasa?- me dijo mi mamá siguiéndome.
-Salió la sentencia.
-¿Y?
-A mi favor.
Mi madre se levantó de un salto y me arrebató el documento de la mano. No podía creer lo que estaba viendo porque después de todas las peripecias judiciales, de una pericia truchísima, de dos dictámenes en contra, era casi un imposible, pero … muestras oraciones por los chicos habían sido escuchadas por el Señor.
Quedamos aleladas sin saber que hacer, como en esas escenas de película que los actores quedan como en suspenso hasta que nos abrazamos entre todos lagrimeando y sollozando como Magdalenas. Los chicos creían que era una actuación y se prestaban al juego.
Constantino estaba medio extrañado y preguntó:
-¿Que pasa abuela?¿Que dice el papel?
-¡Que tu papá no los lleva a Francia, Costa!!
– ¡Sii!- dijo Constantino haciendo con el puño ese gesto de triunfo que aprende de las películas. Claudine ajena totalmente al dramatismo de la situación seguía buscando a la gatita que se le había escondido en medio de las bolsas de la mudanza.
Mi padre miraba la escena sentado sonriendo y jugando con el corcho del vino recién destapado porque él fue el que trajo la copia de la sentencia y se la dio a los chicos para que me la entreguen.
¿Y ahora?-le dije
-Y ahora hay que seguir remando, porque seguramente tu ex va a apelar
-¿Te parece?
-Escuchame, el tipo es un enfermo mental, los chicos le importan una breva, tiene plata de sobra porque gana bien y no gasta un peso en sus hijos, toda su vida gira alrededor de la obsesión por destruirte sacándote los hijos y si se queda sin ese objetivo se tiene que suicidar porque evidentemente no ha encontrado la forma de reconstruir su vida. Así que va a seguir con el acoso, pero ahora se va a convertir en un tipo peligroso, habrá que tener mucho cuidado con los chicos porque le va a aflorar la violencia.
Un soplo de oxígeno puro entró en mi vida con esa sentencia, y a pesar de los sinsabores que tuve que pasar a lo largo de estos cinco años tengo que agradecerle a la jueza argentina que tuvo el valor de ser imparcial y no haberse dejado amilanar por los argumentos de gente a la que no le importa la salud emocional de los niños ni su felicidad. Sé que la lucha continúa con resultado incierto, pero este es un round ganado a fuerza de pelear cada día sin descanso por el bienestar de mis hijos.¡Que feliz cumpleaños!¡Gracias Dios mío!¡Gracias Virgen María!